Como el estrés es de lo único que no me puedo deshacer, tengo que prescindir de cualquier otra cosa que le haga daño a mi organismo, así que llevo poco más de un mes en desintoxicación forzosa. Obviamente tengo la opción de seguir con mis prácticas cotidianas de embutido estomacal y entumecimiento alcohólico y esperar a que Dios Padre, intempestivamente, reclame mi alma retorcida. Opté por enderezarme, a final de cuentas es mejor y me sale más barato.
La que se fue de parranda fue mi musa, o puede ser que también esté en rehabilitación y por eso no se digna a asomar su dulce rostro. Definitivamente la rutina no es una buena terapia y buscar otras opciones exige energía, de la cual carezco en estos momentos. Esto es bastante contradictorio ya que se supone que tengo el cerebro más oxigenado, así que debería tener más ideas y mucho más claras. Creo que es la falta de gluten. A ver si con la quesadilla clandestina que me atraqué hoy puedo empezar una nueva etapa de escritura. De hecho hay varios temas que me gustaría tratar esta vez, como los celos, la infidelidad, las calorías, el reciclaje, la comida vegetariana, el fondant, los concursos de belleza, la hipertensión, y la obsesión de las pulgas por los gatos siameses. Me gustaría hablar de política pero carezco de conocimiento suficiente y seguramente al rato me ensartan un anuncio del copetudo a medio blog. De todas maneras se aceptan sugerencias.
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