miércoles, 27 de abril de 2016

La temida "doñez"

Casada o no, llega un momento en el que la edad no se puede ocultar, y por lo general viene acompañado de mentadas de madre.

Haciendo una pequeña encuesta entre amigas que se encuentran en sus tempranos treintas, pudimos notar que a partir de los 31 años, es muy común que al salir a la calle nos empiecen a llamar por el gentilicio "señora", a lo que respondemos en la cabeza "¡Señora su %"#$$"#$% madre!" Ya a los 32 es prácticamente irreversible, sea que vayas por las tortillas, te vayas a probar ropa (Santa Madre de Jesucristo resucitado) o hagas algo indebido y te regañe el empleado o el de seguridad.

- Disculpe señora, no se puede estacionar aquí.

Lo más increíble es que me ha tocado ver a mujeres embarazadas a las que les dicen "señorita". Claro que en la definición de la Real Academia Española aparece que "señorita" es el término de cortesía que se aplica a la mujer soltera, pero en la vida diaria, seamos honestos, señorita es la mujer joven. ¿Por qué? Porque simplemente no te vas a poner a investigar su estado civil. Por consiguiente, mujeres ya entradas en años son denominadas "señoras" o "doñas"; y si la que se dirige a ella es, por llamarlo de alguna manera, huiro, utilizará el famoso y acalambrante "seño".

- ¿Cuánto va a querer de rábano, seño?

Supongo que cuando ya estás en tus cuarentas el ave de la resignación llega y te defecta en la cabeza. Ya no hay de otra. Eres una "doña".

Los síntomas de esta "doñez", sin embargo, aparecen mucho antes de los cuarenta (para la mayoría). Te da por empezar a coleccionar utensilios de cocina y tienes una montaña de "tuppers" de diferentes colores. Adquieres un gusto repentino por las plantas y deseas tener tu jardín en óptimo estado, o al menos que no se te muera la plantita de "teléfono" que te regaló tu mamá. Pasas horas comparando precios y olores de detergente y es muy probable que tengas en tu cabeza empezar alguna especie de manualidad. ¿Tienes hijos? Agrega lo que gustes a la lista.

Si sigues soltera, hasta "echarse" unas caguamas se vuelve asunto privado. Mejor convivir con unos pocos amigos, en casa de alguno de ello "¡Porque yo no voy a limpiar después!".

De repente, te das cuenta de que las palabras que salen de tu boca son las de tu mamá, tu tía, o tu abuelita, y es ahí, en ese preciso momento, cuando ya valiste madres. En unos cuantos años más, los chavitos del barrio empezarán a llamarte "DOÑA PELOS".



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