lunes, 28 de febrero de 2011

A veces pega el chicle...

Pero en el cabello. El jueves me sentí sexy y me vestí con mis acostumbrados pantalones de mezclilla, una halter roja y unos aretes de nácar heredados de mi tía Migden (q.e.p.d.). Iba confiadamente a mis clases de corte y confección, pedaleando mi nave de dos ruedas cuando me llevo la sorpresa de que, por segundo día consecutivo, mi maestra no llegó a tiempo.

Siendo las tres y media de la tarde en el caribe mexicano, hace un calor bastante molesto. No pensaba quedarme a esperar bajo el sol así que crucé la calle para aprovechar la sombra que deja una barda bastante alta. Como desafortunadamente fumo, prendí un cigarro... pero no me di cuenta de que andaba junto a un poste, en la mera esquina. 

Pues he aquí que pasa un parroquiano en su bicicleta, según él muy varonil, a murmurarme una propuesta indecorosa que no entendí muy bien, porque el muy marica se bajó la gorra hasta la nariz, inclinó su cabeza y aceleró. ¡Já! No se si le dio vergüenza sacar a pasear sus instintos animales o tenia miedo de que agarrara mi propia "bicla" y lo alcanzara para dejarlo oliendo su propia nuca. Pero quién sabe, a lo mejor, si me convencía, le podía hacer un descuento jajajajajajajaja....

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