Pero en el cabello. El jueves me sentí sexy y me vestí con mis acostumbrados pantalones de mezclilla, una halter roja y unos aretes de nácar heredados de mi tía Migden (q.e.p.d.). Iba confiadamente a mis clases de corte y confección, pedaleando mi nave de dos ruedas cuando me llevo la sorpresa de que, por segundo día consecutivo, mi maestra no llegó a tiempo.
Siendo las tres y media de la tarde en el caribe mexicano, hace un calor bastante molesto. No pensaba quedarme a esperar bajo el sol así que crucé la calle para aprovechar la sombra que deja una barda bastante alta. Como desafortunadamente fumo, prendí un cigarro... pero no me di cuenta de que andaba junto a un poste, en la mera esquina.
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