Sí, risa, porque llorar no es una opción... aunque hacer un poco de bilis podría ser viable. Estamos a un pelo de rana del fin de Semana Santa. Para los católicos practicantes es tiempo de reflexión y penitencia. Para la demás gentuza como yo es sinónimo de ir a la playa y borracheras de tres días. Este año no es la excepción, pero no puede faltar el super traje de baño para ir a remojarse como manatí en las fabulosas aguas del caribe (en mi caso, por supuesto).
La visita a las tiendas para comprar un traje de baño puede ser decepcionante. La mayoría de los productos disponibles son dos juegos de triangulitos unidos por cuerdas (llámese Bikini). Estamos a las que, sinceramente, nos vale madre y los usamos (alguna vez lo hice y no me arrepiento, en ese tiempo pesaba como 20 kilos más que ahora), aunque también están las mujeres que tienen un poco más desarrollada la glándula "pudorípara" y prefieren un atuendo menos revelador. Es ahí cuando algo tan placentero como un día de shopping puede mandar a cualquiera a terapia intensiva... o a la oficina del gerente.
Para empezar, las vendedoras, cuando me dicen "¿Le puedo ayudar en algo?" siempre se aguantan el "Como traerle una torta de cochinita". Como si no tuviera derechos... y sí, porfa, con una horchata, reiniii, graaaciasss.
Tallas... tallas... tallas... si de casualidad existe una en la que pueda entrar cómodamente, el precio está fuera de órbita. Dicen que porque trae más tela. Bueno, eso es relativo, porque hay lugares donde una microtanga con pezoneras cuesta el triple que un bañador para cubrir perfectamente el cuerpo más voluminoso. Con el pretexto "Para qué quiero algo muy caro, si va a terminar lleno de sargazo de Chicxulub" terminaba comprando la primera porquería que me quedara, o me iba a la playa en mezclilla y playera de manga larga a sentarme como anciana a ver pasar las gaviotas con charritos en el pico. Ahora es diferente. Ahora quiero verme y sentirme bien. Siempre hay un modelo para cada una de nosotras. Es difícil de encontrar, pero una vez que aparezca verán como su sonrisa se ilumina (sigo hablando del traje de baño, no del príncipe azul). Y por favor, lúzcanse en todo su esplendor, no se escondan tras camisetotas o shorts enormes como yo lo solía hacer. Feliz "Viacrudis".
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