jueves, 19 de mayo de 2011

Princesas (segunda parte)

En el post anterior sobre el tema terminé destrozando las ilusiones de toda niña... pero me di cuenta que me fui sobre las blancas jajajajaja. Sí, porque Blancanieves es un pleonasmo y Bella era francesa así que ding ding ding.
No es cuestión de racismo mío, es que tal parece que a Disney se le ocurrió romper con el estereotipo de la princesa rubia (o blanca) cuando se empezaron a dar cuenta de que la diversidad se les venía encima. Ahí tenemos a Esmeralda (del Jorobado de Notre Dame), Pocahontas, Mulan, y de manera más reciente la morena de La Princesa y el Sapo. Por alguna razón "desconocida", ninguna de estas últimas películas tuvo tanto éxito como las primeras. Claro que no estaban coronadas, a excepción de Jazmín, de Aladdin, pero Pocahontas era la hija del jefe así que podría considerarse como princesa, y en el caso de Mulan, era la hija de un respetable señor.

Desafortunadamente la única que realmente sigue sus ideales, se esfuerza y, de paso, se gana a su "bistec" es Mulán. Es decir, el amor de pareja no es la prioridad en esta historia, sino el honor y el amor y respeto a la familia, valores perdidos en la actualidad y que, personalmente, veo muy difícil que sean recuperables a menos que los nuevos padres apliquen medidas radicales. Eso incluye dejar de realizar historias de telenovela mexicana. También dejar de esperar vivir alguna.

Sino, pregúntenle a Ariel, que tuvo que vender su voz a cambio de dos piernas pocamadre, porque claro, la niña caprichosa quería lo que no podía tener... las piernas y al príncipe. Creo que esta adaptación ha sido la que más me ha decepcionado. Originalmente, la sirena del cuento se convierte en espuma, haciendo un sacrificio de amor que podría aparentar ser muy tonto, pero que realmente encierra un mensaje muy lindo sobre el respeto a la vida y al prójimo. Pero como nos gustan los finales felices la vemos en su super yate casándose cual reina es.

Pues los mejores deseos a la jocosa pareja. Las que prefieren la realidad se quedan con su espada y con la corona en casa, peleando todos los días contra el dragón social. Se ganan su lugar y lo mantienen, ante todo, con inteligencia. Conozco a muchas, y me quito el casco ante ellas.

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